28 Congreso de Teología

Cristianismo y laicidad

Del 4 al 7 de Septiembre de 2008

 

1. La libertad de conciencia y la libertad religiosa son derechos fundamentales de los que nadie puede ser privado y que están garantizados por la Constitución. Los poderes públicos están obligados a promover las condiciones para que dichas libertades de las personas y de las organizaciones sean reales y efectivas.

2. Al vivir en una sociedad plural desde el punto de vista de las creencias, el Estado tiene la obligación de velar por los derechos de todos los ciudadanos sin ningún tipo de discriminación, y para ello tiene que configurarse como un Estado laico e independiente. En este sentido, tiene que mantenerse neutral ante las diferentes opciones religiosas, garantizando a todas ellas el ejercicio de sus derechos, al margen del arraigo que hayan podido alcanzar o de su dimensión social. Consecuentemente, la libertad religiosa no puede estar condicionada ni subordinada a ningún criterio de tipo cuantitativo ni de conveniencia política o razones históricas.

3. El derecho a la libertad de conciencia no es un precepto religioso sino laico que, finalmente, ha sido aceptado por la religión cristiana, que está en la base de la secularización y de la laicidad.

4. La laicidad tiene una relación vital con la secularización. A la Iglesia no le compete indicar o definir el orden político de la sociedad, ya que cualquier intervención directa en este sentido sería una injerencia en un terreno que no le corresponde. El Estado tiene todo el derecho a defender su autonomía y libertad a fin de no convertirse en rehén de la jerarquía religiosa. Sin embargo, laicidad no significa que el hecho religioso debe replegarse al ámbito privado, renunciando a toda presencia en la vida pública.

5. Laicidad no equivale a irreligiosidad o ateísmo. Los cristianos debemos defenderla como garantía de la libertad de conciencia y de creencias.

6. No puede hablase de una ética deducida directamente de la fe. La ética es laica, fruto de la razón humana, expresión de la conciencia individual y social, que nos concierne a todos. La relación de la fe cristiana con la ética se sitúa en el campo de las motivaciones y de la fundamentación, que no necesariamente tienen que ser religiosas.

7. La vivencia de la fe cristiana requiere incorporar saberes autónomos que proceden de los diferentes ámbito del conocimiento y del que quehacer humano. Sólo teniendo en cuenta a estos saberes se puede responder éticamente a los desafíos de cada momento histórico.

8. La laicidad, finalmente, es el marco jurídico y político en el que caben todas las creencias e ideologías. Los cristianos y cristianas están llamados a colaborar en la construcción de un Estado laico que haga posible una sociedad justa y solidaria, sin discriminaciones por razones religiosas, culturales o sociales. Los movimientos sociales constituyen la mediación necesaria para que el laicismo y el cristianismo sean motores de transformación social y de propuestas alternativas, y no se queden en una ideología legitimadora del orden establecido, como ha sucedido con frecuencia a lo largo de la historia. Este Congreso de Teología se compromete a trabajar junto con otros colectivos religiosos y laicos en la defensa de una ética cívica liberadora para todos los ciudadanos y ciudadanas, aportando aquellos valores evangélicos que pueden contribuir a un clima de convivencia pacífica, basada en la justicia. El horizonte de nuestro de nuestro compromiso ha de ser la realidad de la exclusión y la marginación, que se dan en el Tercer Mundo. En este Congreso hemos considerado especialmente la situación de América Latina y África a través de los testimonios y reflexiones de dos teólogas de dichos continentes.

Madrid, 7 de septiembre de 2008